El gran periodista
italiano Indro Montanelli, (sí aquel a quien Mussolini encarceló y al
que años después las Brigadas Rojas dispararon en las piernas) desde su
categoría moral y probada independencia de criterio, decía que en
política hay varias clases de hombres. A saber: “los imprescindibles,
los necesarios, los corrientes, los prescindibles, los innecesarios y
los nefastos y perturbadores”. Basta con ver las informaciones y
editoriales de los periódicos y las redes sociales para observar que al
doctor Pedro Sánchez se le encuadra hoy en alguna de estas categorías y
no precisamente entre las más positivas.
Hasta los medios más favorables a Sánchez le dedican críticas por el
modo en que ha concluido el sorprendente acuerdo con Podemos, y sobre
todo por la absoluta indefinición del verdadero contenido del repentino
pacto, luego de lo que decía hace apenas unos días sobre Pablo Iglesias.
Pero lo que el diario de Prisa subraya es que no se permitieran
preguntas tan la buena nueva del entendimiento de dos personajes que en
los últimos tiempos lo más suave que han dicho el uno del otro es que
es, respectivamente, ambos son unos mentirosos.
Los panegiristas de Sánchez ponderan de su talante que no se siente
concernido por sus palabras, sino por sus objetivos. Es decir, puede
asegurar una cosa y hacer la contraria con toda naturalidad. Miente sin
recato, consciente de que los demás nos damos cuenta de que miente y que
él también conoce que sabemos que miente. Pero da igual.
Pedro Sánchez, que se dice socialdemócrata, padece el virus del
«izquierdismo», por lo que se le puede aplicar aquello que decía el
mismísimo Lenin: «Es la desviación en la línea política de un partido
comunista que consiste en la ejecución de planes precipitados sin tener
en cuenta la situación objetiva». En este caso, no sólo se ha desviado
en cuestiones esenciales del que fuera en otro tiempo Partido
Socialista, sino de lo que pregonaba como sus propios principios y bases
de su pensamiento. Lo diré de un modo suave, no sólo es un frívolo,
inestable y ambicioso. Es otra cosa.
Pero es que, aun cuando –si no fue posible un pacto de Estado con los
partidos constitucionales, que parecía lo razonable en estos momentos,
sin hurtar la propia responsabilidad de Casado y Rivera en que no fuera
ni siquiera planteado por sus definidas postura de rechazo-, digo que,
aun cuando la necesidad de salir de la situación de bloqueo acabara
precipitando a Sánchez en los brazos de Podemos, al menos debieron
explorarse otras opciones y explicar por qué se acabó tragando con lo
que ayer se repudiaba.
Cierto que las hemerotecas son un pesado memorable que colocado frente a
los nuevos consocios viene a decirnos lo poco que uno y otro son de
fiar. Sánchez, sucesivamente, anunció que jamás pactaría con los
populista, luego que era sus aliados naturales y finalmente que tenerlos
en el Gobierno le quitaría el sueño. Ya se ve que no. Pero al menos, el
vecindario tiene derecho a que se nos explique cuáles fueron las claves
de la conversión y de qué caballo (o de que Falcon) cayó Sánchez para
ver la luz donde antes sólo atisbaba tinieblas perturbadoras de su buen
dormir.
Y tras la conversión, la parroquia variada se apunta al éxito:
Bildu-ETA, Esquerra Republicana de Cataluña, la derecha católica
vascongada, o sea, el PNV y el resto de los feligreses mueven ficha y
poner precio a su acción u omisión para la felicidad de la nueva pareja
que se abraza con cuasi pasión amorosa, como si toda la vida hubieran
esperado este momento. El independentismo catalán ve su gran ocasión y
convoca a Sánchez a volver a la mesa de negociaciones en el mismo
escenario y decorado, incluido el “relator” y las famosas 21 exigencias o
quien sabe que más.
Sánchez e Iglesias, estos dos muestra el aspecto más indecente de la
política. Al margen de todo lo demás, El primero es el responsable de
llevar al país a unas segunda elecciones. El otro, más inteligente, supo
esperar. Y recibe su premio. Pero al margen de las emociones, conviene
recordar las evidencias. Iglesias ha dicho ante los de Bildu que,
“cuando se vayan de España” a él le gustaría ser cónsul en Euskadi”, y
ha explicado que la organización terrorista ETA tuvo causas políticas,
ha arremetido contra la Constitución que ahora invoca tanto. El próximo
vicepresidente del Gobierno partidario no sólo del derecho de
autodeterminación, de la nacionalización de la banca y sectores
estratégicos como la energía y de la insumisión fiscal a Bruselas. Va a
tener mucho poder, visibilidad y capacidad para colocar a los suyos, en
posiciones estratégicas dentro de la Administración. Y hay un dato
relevante, al conocerse el pacto PSOE-Podemos, el Ibex agravó sus caídas
en la peor jornada en mes y medio. Día complicado en la Bolsa española
que se quedó muy rezagada del resto de Europa, tras el tierno abrazo de
Sánchez e Iglesias. ¿Pudo ser una coincidencia?
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